miércoles, 11 de enero de 2012

CONCURSO DE MICRORRELATOS 2011



- Buenos días, doctor.

- Buenos días. Melanie Roberts, ¿verdad?

Melanie sacude la cabeza a modo de afirmación y se sienta en uno de esos sillones tan cómodos de cuero negro que tienen los psicólogos privados.

-Tiene una casa muy acogedora- dice ella para romper el hielo.

-Gracias- dice secamente el doctor- ¿Cuál es su problema?

-Mmmm… Mi marido- y calla.

El psicólogo espera, pero no parece que Melanie esté dispuesta a añadir nada más.

-Vale, ¿le importaría contarme el problema con su marido?

-No sé. Ya no sentimos lo mismo, hemos… ¿Cómo decírselo?- se detiene pensativa-  

Hemos perdido la pasión.

-Vale- asiente el doctor anotando algo en su libreta.

- Cuando llega a casa después del trabajo, sólo pide la comida y se pasa la tarde viendo el telediario.-insiste ella- Nunca me dedica una buena cara. Yo trabajo, hago la comida, limpio la casa… ¡Me merezco algo a cambio!- se le quiebra la voz.

-Está la opción del divorcio- dice el psicólogo ajeno a la lágrima que corre por la mejilla de la joven.

-Pero yo le quiero. Ayer me trajo unos bombones… Y no sé cómo tomármelo

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-¿Ian? ¡Cuánto tiempo!

-¿James? ¡Hola! ¿Cómo te va la vida? ¿Sigues en el taller?

-Sí, nada nuevo- responde James- ¿Y tú en tu consulta?

-Los pacientes con los típicos problemas, nada importante. Aunque hoy ha venido una joven con problemas matrimoniales- explica Ian, apenado.

-Pobre mujer… ¡Qué suerte que yo esté tan felizmente casado!- y ríe.- El otro día la llevé un detallito. Unas flores y algo más, nada importante.- Sonríe y siguen conversando animadamente.

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-Disculpe doctor, ¿es ya la hora?

-Sí, adelante. Ya la cuarta sesión, ¿no?- Melanie entra en la consulta asintiendo. El psicólogo abre y ojea su libreta. -Suponiendo que me lo haya contado todo,- comienza- tengo una pregunta, ¿su marido la…- Intenta encontrar la palabra adecuada- maltrata?
Unas lágrimas comienzan a rodar por su cara. Melanie se aparta el flequillo y le enseña una magulladura; se remanga la americana y le enseña otro moratón.

-¡Oh!- exclama el doctor.

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¡Ring Ring! ¡Ring Ring!

-¿Diga?

-¿Ian? Soy James. ¿Esta tarde estás ocupado?

-A partir de las siete no tengo nada que hacer

-¿Y te hacen unas pintas en el Irish Corner?

-Perfecto, allí nos vemos.

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-¡Buenas tardes, campeón!

-¡James!- sonríen- ¿Qué tal? ¿En la barra o en la terraza?

-Fuera, que hoy hace buen tiempo.

-Voy a pedirlo, ¿con o sin?

-Sin, que luego me toca conducir.

Ian se aleja mientras James busca una mesa y se sienta.

-¿James?- éste se gira- ¡Cariño! ¿Cómo tu por aquí?

-Mel, mi amor.-la besa- Nada, aquí tomando algo con un viejo amigo. ¡Mira! Por ahí viene.

Melanie de repente te pone pálida y deja caer el bolso que tiene entre las manos.

-¿Pasa algo?- pregunta James, inquieto.

Ian se acerca despreocupado, deja una cerveza en la mesa y mira a la mujer que está de pie junto a su amigo. Casi tira la otra pinta que aún tenía en la mano al reconocer a la joven. Se la queda mirando, paralizado.
Melanie rompe a llorar e intenta alejarse, pero James la coge de la muñeca y tira de ella fuertemente para acercarla.

-¿Qué está pasando aquí? ¡Qué alguien me lo diga ahora mismo!

-James, yo…- Comienza Melanie. No consigue terminar, pues James le cruza la cara de una 
bofetada.

-¿¡Qué haces!? ¡No la toques!- Ian se llena de coraje y le da un puñetazo en la nariz que lo tira al suelo y lo deja paralizado tres segundos; los justos para que la Policía llegue y le coja.

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Han pasado ya cuatro años. Melanie y Ian denunciaron a James y éste terminó en la cárcel.
La mujer se ha cambiado de ciudad y ha comenzado una nueva vida: nueva casa, nuevo trabajo, nuevos amigos…
Ian sigue en su consulta, ayudando a gente que lo necesita.




Cristina Infantes Rodríguez

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