miércoles, 12 de enero de 2011

CONCURSO NAVIDEÑO DE RELATOS

Yo le miré y él me respondió con un “do”

                                                  Aurora M. (1º ESO)


-Y por fin llegamos a la noticia que todos los padres e hijos estaban esperando… Se acerca la mañana de reyes, y por supuesto todos los regalos de sus majestades de Oriente… nos informa Carmen Moro. ¿Carmen?
- si, suerte a todos los pequeños afortunados que recibirán de Melchor, Gaspar y Baltasar algún que otro regalo… Pero, pequeños, la crisis llega hasta Oriente y este año están un poco escasos de fondos, pero sin duda podéis ir a verlos a la gran cabalgata, donde se reunirán mañana hasta los camellos… Una gran multitud acudirá, no os lo perdáis. y esto es todo por hoy, gracias por todo.
-y…estamos fuera – la sonrisa de Carmen era muy convincente, hasta que las cámaras dejaban de emitir ese puntito rojo, en el que se limitaba a dar un profundo suspiro.
Su compañera se acercó para hablarle muy seria.
-Carmen, si quieres… puedes venir estos reyes a mi casa.
-Gracias, pero no quiero ser un estorbo
-No molestas, en serio.
-No, tranquila que yo… tengo cosas que hacer ese día.-la mentira se le daba bastante mal, lo suficiente como para que la compañera se diera cuenta pero fingió que no se enteraba. Tampoco le hacía mucha gracia tener que acoger a una periodista amargada en su casa.
De pronto se le acercó un hombre gordo con unos zapatos sumamente brillantes y una voz de ogro.
-¡Carmen! Dame el número del sorteo del viaje
-634-567-dijo aparentando estar emocionada, no le gustaba que nadie sufriera pena por ella.
-¿cómo has dicho?-el hombre miró el papel afortunado y Carmen se lo repitió.-Enhorabuena, solo cada diez años se sortea el viaje a Nueva York y… tu lo has ganado.
-¡No puede ser!
-Que lo disfrutes, haz un bonito reportaje, asegúrate de que no me decepcione. Tu cámara será Daniel Blanco. – el viaje se trataba de negocios, haces un buen reportaje, vas a Nueva York gratis y tienes durante un año el doble de tu sueldo. Pero Carmen lo iba a tener muy crudo, no conocía más que refranes sobre el tema “Navidad” Cierto, nunca había tenido unas navidades muy… apacibles. Pero Blanco era un buen cámara, nuevo en la cadena pero no se podía quejar. Y casualmente se topó con Carmen cuando iba por el pasillo. No se conocían personalmente pero sabían que compartirían el viaje.
-Oye, ¿Daniel?- este asintió- tu sabes algo del viaje. Fechas, hora…
-No estoy muy enterado, pero creo que nos vamos mañana. Para filmar la cabalgata, ya sabes…-su voz sonaba tímida pero potente. Extraño. La miraba con penetrantes ojos verdes para poder descubrir que le ocurría.
-¿qué ocurre?
-Nada, nada… -el cámara tenía unos finos dedos largos que no paraban de tocarse un pequeño mechón de pelo. –Creo que me puedes dar tu número y eso… para llamarnos mañana. –Carmel le miraba mientras dictaba los números. ¿Sería un bicho raro también?, un solitario hombre si parecía. Era alto, llevaba una bufanda de color gris, una chaqueta negra larga abrochada por cinco botones y unos zapatos acabados en punta. Era castaño pero tenía destellos rubios en su pelo. Y lo que le hacía una cara más difícil era la facilidad en la que se abstraía del mundo sin dejar presencia en aquello.
-Hasta mañana-se despidió Carmen.
Esa noche en el pequeño piso de Carmen se apagaron las luces muy pronto para ir a dormir, pero no concilió el sueño hasta mucho más tarde. La verdad es que la suerte no había llamado a su puerta. No tenía hijos, ni padres, ni pareja… solo un pequeño piso y un trabajo mal pagado. Y no sabía como, pero la vida le estaba empezando a dar un giro.
A la mañana siguiente no la despertó el  despertador, si no el suave tono de su móvil. Despeinada esperó hasta que se dio cuenta del personaje que la llamaba.
-Carmen, te paso a buscar a en punto
-si, si… en seguida. –El reloj marcaba las doce y media y, por suerte la presentadora se había hecho la maleta la noche anterior. Cuando colgó se vistió, se peino, desayuno y se lavó los dientes. Fue el tiempo exacto para que Daniel llamara a su telefonillo.
-Y bajo- le gritó. La verdad es que estaba muy asustada, nunca había montado en avión… Y las navidades la ponían aún más nerviosa.
Nada más bajar encontró en la puerta una viejo cochecito de los años sesenta. Abrió Daniel la puerta del copiloto con sus huesudos dedos y la invitó a entrar. La mujer se sentó en la tapicería roja, para emprender su viaje a Nueva York. El coche traqueteaba, crujía con todas sus fuerzas. Y Carmen empezaba a marearse.
-¿Cómo vas?-la dulce voz del chico la sorprendió, casi no podía mirarle, pues temía manchar su precioso tapizado.-Pondré música-Ella asintió. La música que puso fue “She” lo recuerdo como si hubiera sido ayer. Ella la tarareaba mientras él la miraba con cautela por el rabillo del ojo y se sonreía. Y el piano tocaba por debajo de todo ello. Al divisar el aeropuerto los dos se bajaron, después de haber escuchado la canción tres veces. Cuando subieron al avión ella se durmió y el escribió un artículo en el portátil.
Llegaron a las pocas horas. Tuvieron que ir en un precioso taxi amarillo que les dejó en el hotel, no diré el nombre porque la historia no trata del hotel.
En la habitación encontraron unos bombones en cada almohada, por pura iniciativa Carmen se tiró a la cama y Daniel entró en el baño.
-¿Has pensado en el reportaje?
-¿qué?
-Tienes que hablar de lo que significa la Navidad.
-No….
-Sí. Y… ¿qué significado tiene para ti?
-Pues…- Nunca había sabido exactamente lo que significaba esa palabra. Esperanza, alegría… el hombre sonrío y se marchó a comer algo al restaurante del hotel y ella le siguió.
Ya ahí dentro el chico la miró fijamente mientras Carmen comía un trozo de pan.
-Es una pregunta compleja, bastante. Es más, para mí puede que signifique algo totalmente distinto que para ti, si lo supieras.
-Mis Navidades nunca han sido… dignas de recordar
-Ya, pero por muy malo el camino, la esperanza de llegar al final es mejor que poco más que precioso.
-Me gusta la frase… ¿Me la dejas?
-Te la regalo-Daniel sacó de su chaqueta un bolígrafo y un papel arrugado, y con desdén los cogió y se los llevó a su cuarto mientras Carmen comía sola.
Cuando una media hora más tarde llegó a su habitación no había ni rastro de Daniel, solo había una nota en su cama.
La Navidad es…
Un juego de palabras, un sentimiento, una brisa, una sonrisa, una luz brillante, una caricia, un abrazo, amor, lealtad, ¿un regalo?, millones de regalos. Un globo que vuela a través de las nubes.
Nos inspira un escrito o un lienzo, esperanza, poesía…
Es, es… supongo que algo bonito, imperceptible pero sensible y delicado a su vez.
Preparad el abeto, porque este año seguro que se decorará por muchas cajas rojas con lazos.
De nada.
La mujer, asombrada, se tiró horas leyéndolo sin parar,  dibujando… y cuando Venus tocó el cielo, se levantó para ir a buscar a su cámara.
Lo encontró contemplando Central Park.
-Mañana es tu momento estelar.-comentó
-Sí, gracias.
-No hay de que…
-Muy bonito…
-La verdad, es que es una chorrada. La Navidad es una… alegría.-el chico en ningún momento la había mirado hasta que se giró, de repente. –Pero… solo tienes que mirar a tu alrededor.- Todo estaba iluminado, precioso. Imagina… imagina la noche más bonita del año con todo tipo de adornos.
-¿es para ti lo que has escrito?-él negó con la cabeza
-coger mi cámara es mi alegría día a día, hacer un reportaje con ella sobre la Navidad es un sueño. Y estoy aquí, con ella, contigo… sin ella. –esto último lo susurró. Fue un alivio para Carmen pensar que entre ellos no… había nada. Sería raro.
-ella… -repitió la mujer.
-Hace… tiempo tuve una “amiga” que conocí por otro contacto que no me lo dejó nada fácil. Yo quería ser pianista, no cámara. El piano era mi aliado, y unas navidades en las que tocábamos villancicos juntos, ella me puso una nota en la madera. Adiós, monstruo pianista. Me rompió en pedazos, me destrozó. Y yo cerré el gran instrumento con la nota dentro. –el chico sonrió, creo que por no llorar. Y a ella el sonido del piano la invadió.
-acompáñame.-Carmen le guió hasta una sala donde había muchas mesas y un escenario en el que se encontraba un piano.
-No me pidas que toque, porque no podré resistirme a las teclas.
-toca- su voz casi era un susurro, y él con cuidado acarició la madera negra, lo abrió y empezó a tocar. Daba igual qué tocara. Eran tales sus movimientos que merecían ser vistos. Con suavidad tocaba las teclas, cerraba los ojos y te hacía volar.
Carmen se marchó a dormir pasada la hora, pero Daniel seguía tocando, no se cansaba, era su sentimiento tan fuerte que ni siquiera le mandaron irse por escándalo. Y pasaron las horas y los sonidos seguían iluminando la sala. Vibraba el suelo, incluso.
Aquella mañana, Carmen se lo encontró con la cabeza apoyada en el piano, durmiendo.
Era precioso… Madera de ébano, teclas blancas y negras…
Cuando abrió los ojos se encontró a Carmen tomándose un café.
-Gracias, pero te pedí que no lo hicieras-ninguno sonreía.
-Mentiste. La cámara no es tu pasión.
-Ojala lo fuera… esto es… un lujo que no me puedo permitir sin sufrir.
-Tócala otra vez-su voz se imponía demasiado, porque él se acercó sin que le mandara nada y empezó a crear música.
Yo le miré y él me respondió con un “do”.

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